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Valladolid, tierra de toreros de clase
De Fernando Domínguez a Mario Navas, con Roberto Domínguez a la cabeza, la práctica totalidad de toreros nacidos en Valladolid, sean de primera, segunda o tercera fila, han destacado de sus iguales por una cualidad común: la clase. En este artículo te desgranamos los más importantes y rescatamos sus hazañas más relevantes. Conócelos.
Hay una norma no escrita referente al tipo de toreros que da un terreno. Lógicamente, siempre hay excepciones, pero es cierto que el lugar de procedencia marca e imprime carácter. Los conocimientos se van transmitiendo de unos a otros, de generación en generación, de modo que ciertas aptitudes o características regionales se repiten en un mismo sitio.
Por ejemplo, es habitual que los matadores oriundos de Portugal cubran con eficacia y solvencia el segundo tercio. Existen toreros banderilleros lusitanos muy célebres, del mismo modo que en Albacete, por citar otro arquetipo, son legión los diestros poderosos y templados. En el caso que nos ocupa, Valladolid, se distingue por alumbrar al mundo toreros de clase.
Fernando y Roberto Domínguez: dos generaciones de toreros vallisoletanos
El origen de esta teoría hay, la punta de lanza y el referente, hay que buscarlo en Fernando Domínguez, un torero nacido en 1907 y alternativado en 1933, con unas cualidades exquisitas, que duró poco, en parte porque la guerra partió su carrera en dos. No era torero de corazón, pero quizá, dentro de los seguidores del tronco belmontista fue el más parecido al original, sobre todo estéticamente, pero bajando más las manos que “El pasmo”.
Conceptualmente y por lo que ha representado después, quizá haya sido el torero más importante que dio esta tierra, si bien la máxima figura que dio Valladolid a La Tauromaquia es su sobrino, Roberto Domínguez. Torero igualmente muy fino, supo adaptarse a las circunstancias y trocar en poderoso y eficaz cuando las circunstancias lo requerían, y tras su reaparición en 1987 se colocó en los puestos cimeros de una generación irrepetible, la de finales de los 80. Desde allí se batió el cobre con los Capea, Espartaco, Manzanares, Ortega Cano… hasta su retirada en 1992.
Pioneros del toreo vallisoletano en el siglo XX
Antes y después hay que hablar de varios nombres que también dejaron en alto el pabellón de la torería pucelana. Ramón Fernández El Habanero, novillero nacido en La Habana en 1895 pero criado en Valladolid, donde toreó muchísimo, y Félix Merino, uno de los ahijados de Joselito, que tenía muy buenas maneras pero por lo visto era muy abúlico, fueron los primeros toreros vallisoletanos destacados en el siglo pasado. Merino tomó una alternativa de lujo en Madrid con Joselito y con Belmonte y tras renunciar al doctorado, volvió al escalafón de novilleros cuando un astado de Palha acabó con su vida en la plaza de Úbeda en 1927.
Conviene hablar también de Pacomio Peribáñez, un precursor de Mario Cabré, que además de matador era actor de teatro. Torero de fuerte personalidad, tuvo sus más y sus menos con el mismísimo Joselito porque tenía su carácter y no aguantaba que el de Gelves le diera lecciones. Una cornada muy grave en el tórax terminó con sus arrestos. Luego fue durante muchos años asesor de la plaza de Las Ventas hasta su fallecimiento en 1964.
De Medina del Campo era Manolo Blázquez, que los últimos 50 tuvo muchísimo cartel en Barcelona y tomó una alternativa de lujo en La Monumental en 1961, de manos de Manolo González, que reapareció ese año. Pronto se hizo banderillero pero su desempeño en sus inicios fue importante, como lo fue Santiago Castro Luguillano, que salió tres veces por la puerta grande de Madrid a finales de los 60. Se trata de un torero con grandes cualidades, que se topó con una época plagada de figuras. Y los Puerta, Camino, El Viti… le pusieron muy difícil entrar en las ferias.
De Jorge Manrique a Mario Navas: la evolución del toreo vallisoletano en las últimas décadas
En los 80 destacó Jorge Manrique, torero zurdo, de corte clásico, que faenó con mucha dignidad por el escalafón, y coincidió en tiempo y forma con David Luguillano, de concepto artista y aire agitanado, que tuvo su momento a principios de la década de los 90, al igual que Manolo Sánchez, torero de exquisito empaque, que ilusionó de verdad a sus paisanos en su época de novillero y sus primeros años de matador.
Luego ha habido varios matadores que han tomado la alternativa pero ninguno alcanzó a consolidarse en las ferias. Leandro Marcos, fino estilista que apuntó grandes cosas en Madrid, Sevilla o Santander y tuvo su cruz en el manejo de los aceros, o José Miguel Pérez Joselillo, espada aguerrido, que triunfó varias veces en Pamplona con los toros de Dolores Aguirre, fueron quienes más cerca estuvieron de conseguirlo.
El último torero vallisoletano en tomar la alternativa es Mario Navas, hijo del banderillero Félix Navas, es un producto típico de esta tierra, pues si algo le define es la clase que atesora. Sin llegar a ser novillero puntero sí que dejó muestras en varias plazas (Madrid en entre ellas) del toreo que pretende interpretar, además de prorrogar con orgullo ese toreo de calidad que tanta fama ha dado a sus paisanos.

José Miguel Arruego
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José Miguel Arruego
- 16/02/2025
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